miércoles, 12 de mayo de 2010

La Bomba por La Grande


Santiago Vázquez hace enroque en el Konex entre mayo y junio. El escenario de La Bomba pasa de manos a otro de sus proyectos paralelos, La Grande, una juntada que también se estila en ritmos improvisados por sistema de señas aunque en trance electrónico.
Lo de La Bomba es más conocido: comenzaron como un vanguardista secreto de no más de 300 fieles y cuatro años después el piso de baile no baja de las dos mil personas: extranjeras, universitarios, buscas, artesanos, vendedores de todo un poco y de todo nada, amantes percusionistas, curiosos, hacen que los lunes a la tardecita se parezcan a cualquier fin de semana. Al grupo lo integran 17 tambores al que también se suma la dirección itinerante del Pelado Oliva. Su primer y único disco (se sumará en breve un dvd con las presentaciones de los últimos años) lo grabaron en vivo, en marzo de 2007, en Niceto, resultado del proceso creativo que inspiró a la orquesta en el primer año de muestra.

La Bomba x La Bomba
Practica la improvisación dirigida, y utiliza un sistema de aproximadamente 100 señas hechas con las manos, los dedos y el cuerpo, con las que el director coordina el transcurso de la improvisación. De esta manera, puede indicarle a los músicos cambios de compás o subdivisión, figuras musicales, dinámicas, ideas de forma, repeticiones, modulaciones rítmicas, y muchos otros conceptos musicales.
Tomando las señas como marco, cada músico aporta su invención; y con ese nuevo material el director compone en tiempo real y procura generar disparadores para nuevos aportes de los músicos. Así, cada pieza se construye a medida que avanza, y surge del diálogo musical y gestual entre todos los músicos y con el director.
El director indica una entrada sin saber qué sonará a continuación. Los músicos se lanzan a tocar sin saber qué harán sus compañeros. A veces se ponen de acuerdo entre dos o tres músicos cuchicheando al oído antes de una entrada. Otras veces tocan algo cuyo sentido recién se completará con el aporte posterior de los otros músicos. De todo ese magma, el director va tomando elementos y pidiendo mediante las señas que los músicos se imiten o complementen de diversas maneras, que memoricen una parte para tocarla más adelante o que cambien abruptamente de ritmo.
Cada elemento inesperado es un disparador de nuevas ideas que los músicos y el director deben interpretar instantáneamente para que la pieza cobre sentido. Desde el baile y los gritos de la platea, hasta los errores de interpretación son a veces fuente de inspiración.



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